Igual que entendemos que fisiológicamente tenemos hambre física (necesidad de alimentarnos para sobrevivir y tener energía), también existe el hambre emocional basado en necesidades emocionales. A veces podemos sentir miedo a comer cuando el hambre no corresponde con una necesidad física, pero déjame que te diga que comer emocionalmente es una herramienta igual de válida, que muchas veces nos ayuda a gestionar o calmar alguna de nuestras necesidades.
¿TENER HAMBRE EMOCIONAL IMPLICA TENER UN TRASTORNO DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA?
Cuando hablo con mis pacientes sobre este tema, me gusta poner el siguiente ejemplo: Imagínate que tienes una caja de herramientas, con su correspondiente martillo, alicates, destornilladores, etc., todas esas herramientas son estupendas, pero si siempre utilizas el martillo, no va a funcionar y se puede convertir en un problema. Pero si utilizas todas, eligiendo la que necesites dependiendo del momento, el martillo va a funcionar y está bien.
La comida es un medio, el problema aparece cuando se convierte en el único medio.
Voy a poner un ejemplo de un libro que me gusta mucho y que recomiendo siempre en consulta: “Comer sin prejuicios” de Marta García Perez:
“Imagínate a una madre amorosa, bondadosa y compasiva; una madre que siempre está ahí dispuesta para ti, para ayudarte y acompañarte cuando la necesites. Ahora imagínate que tú siempre acudes a ella para intentar suplir todas tus necesidades (seguridad, disfrute, curiosidad, amistad, pertenencia…) y, como ella no puede dártelo todo, la juzgas, la culpas y la criticas.
Aun así, siempre que vuelves a sentir insatisfacción regresas a ella, porque sabes que es una madre compasiva y que hará todo lo que necesitas. Y tú, cansada, la maldices porque sigues sintiéndote insatisfecha”.
Marta en su libro habla de esta madre como el recurso de la comida. La comida te puede ofrecer la compañía que necesitas, pero no significa que vaya a ser suficiente. Porque la comida, como tu madre, como tú o como cualquier persona del mundo, tiene limitaciones.
En terapia trabajaremos en crear esas otras herramientas que puedas estar necesitando en tu día a día para que la comida no sea la única y puedas aprender a relacionarte con ella desde otro lugar.
Para ir terminando, solo decir que el hambre emocional no implica tener un trastorno de la conducta alimentaria. Hambre emocional tenemos todos. Pero hacer una mala gestión de esta hambre emocional sí puede acabar con el tiempo desembocando en un TCA. Por eso creo tan importante aprender a tener una relación sana con la comida.